Las renovables, cada vez más competitivas, han vuelto para quedarse
- Publicado por Foro para la Electrificación
- El 20 septiembre, 2019
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Las energías verdes ganan peso en el ‘mix’ nacional, por el aumento de la inversión e importantes cambios legales, como el final del impuesto al sol
Tras años de parón en las inversiones y de sucesivas subastas públicas destinadas a recuperar el potencial de las energías renovables, la situación parece haber dado, por fin, un vuelco definitivo. Los costes de la tecnología se han abaratado, aumentando la competitividad de estas fuentes de energía respecto a las fósiles.
«El problema ha sido que el esfuerzo inversor en proyectos renovables se concentró entre 2007 y 2013, cuando la tecnología era muy cara. Eso se tradujo en un incremento de la factura eléctrica para las familias«, recalca Jorge Sanz, director asociado de la consultora Nera y presidente de la Comisión de Expertos de Transición Energética designada por el último gobierno del PP. Ahora, el coste de esta energía se ha abaratado, las subastas han dejado de ser necesarias y la confianza vuelve a estar presente entre los inversores.
De hecho, la inversión en proyectos renovables se multiplicó por siete en 2018, según datos de Bloomberg Nef. También creció la cantidad de energía verde generada, que creció un 7% respecto al año anterior y ya supone el 40,1% del total. Sin embargo, todavía está lejos del ambicioso objetivo que el actual gobierno se ha planteado para 2030: que el 74% de la energía generada en España sea renovable. Según esas previsiones, para entonces el sector eléctrico habrá pasado de 104 gigavatios (GW) instalados a 157, la mayoría de fuerza eólica y solar fotovoltaica, lo que supone un incremento de la potencia instalada superior al 50%.
Así se plasma en el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima 2021-2030 (PNIEC), que el ejecutivo de Pedro Sánchez entregó a la Comisión Europea a principios de año y que sigue pendiente de aprobación. «En el futuro, España debería ser un país exportador de energía eléctrica renovable al resto de Europa, fundamentalmente eólica y fotovoltaica, por las excelentes condiciones de sol y viento que se dan», sentencia Sanz.
Pero hay que empezar por el principio, es decir, por seguir potenciando el consumo interno. El año pasado se dio un gran paso al respecto con la derogación del impuesto al sol, que durante años ha desincentivado el desarrollo de la energía solar fotovoltaica y ha puesto barreras al autoconsumo. Además, el gobierno aprobó una nueva regulación que elimina algunas barreras administrativas, facilitando los trámites para instalar placas solares de uso particular. «Esto ha supuesto que el mercado del autoconsumo se haya multiplicado por cinco en solo un año. Los consumidores la ven como una opción mucho más atractiva, porque el impuesto al sol suponía un mantra«, explica José María González, director general de la asociación empresarial APPA Renovables. La bajada de precio de los módulos solares favorece, además, que los usuarios de instalaciones de autoconsumo recuperen la inversión inicial -de al menos 3.000 o 4.000 euros- en un plazo que oscila entre seis y ocho años, según González.
La normativa también abre la puerta a una nueva figura, la de los agregadores de demanda, que ya son una realidad en países como Francia o Estados Unidos y que no deberían tardar en llegar a España. Esto permitirá a los usuarios de instalaciones de autoconsumo vender la energía sobrante a otros clientes con los que estén conectados, además de flexibilizar la demanda. «Por ejemplo, el consumidor podrá hablar con su compañía eléctrica y llegar a un acuerdo. Si durante el día no está en casa y no va a utilizar la lavadora ni el aire acondicionado, la compañía podrá reducirle el suministro durante esas horas y, a cambio, el cliente obtendrá un beneficio económico«, añade González.
Desafíos. Pese a los avances regulatorios y tecnológicos, el sector de las energías verdes todavía se enfrenta a grandes retos. España fue un país pionero en apostar por la energía eólica, pero ahora muchos de sus parques están envejecidos. Según datos de la Asociación Empresarial Eólica (AEE), de los 23.655 megavatios (MW) de energía de este tipo instalados en el país, 8.522 (el 36%) tienen ya 15 años o más. Por tanto, se acercan peligrosamente al final de su vida útil, que los expertos estiman de entre 20 y 25 años.
Esto se puede resolver de dos formas: renovándolos, es decir, cambiando las palas a los generadores; o a través de la repotenciación, que consiste en sustituir los molinos antiguos por otros de última generación. «Un parque eólico de 100 MW hace 15 años necesitaba 100 generadores y ahora, con una tercera parte, es capaz de garantizar la misma producción de energía», señala Joan Batalla, director general de la Fundación para la Sostenibilidad Energética y Ambiental (Funseam).
Por otra parte, las energías renovables siguen haciendo frente a su principal enemigo: la intermitencia, pues están a merced de la cantidad de sol y viento que hay en cada momento. Además, las tecnologías de almacenamiento, aunque han experimentado avances técnicos, tienen un coste «demasiado alto», destacan desde la empresa dedicada al desarrollo de proyectos renovables Elmya. «Esperamos poder disfrutar de una evolución de costes [a la baja], como pasó con los módulos fotovoltaicos, igual que hay tecnologías hoy baratas y asentadas que hace años eran prototipos inalcanzables», añaden desde esta compañía.
Por el momento, el método de almacenamiento más efectivo es el bombeo hidroeléctrico. «No genera ningún tipo de emisión contaminante a la atmósfera y presenta un rendimiento muy superior a las mejores baterías del mercado», indican desde Iberdrola.
Invertir en I+D+i es una de las prioridades para las compañías del sector. El objetivo es introducir mejoras para que los aerogeneradores eólicos ganen eficiencia y funcionen con vientos más bajos o que los módulos solares produzcan más energía con la misma cantidad de sol. «Otro apartado al que se están realizando esfuerzos persigue un mejor aprovechamiento de la energía del mar«, añade el director general de APPA.
Sin embargo, los expertos ponen el foco en la importancia de apostar por energías renovables todavía minoritarias, que siguen dependiendo de los subsidios públicos por su elevado coste de producción, pero cuya generación no es intermitente como sí ocurre con la eólica o la fotovoltaica, con los beneficios que ello conlleva. Son los casos de la biomasa, la energía solar térmica o el hidrógeno. «Una central de biomasa es igual que una de gas, pero la energía se genera a partir de restos de los bosques, por ejemplo. Con esto también se crea riqueza y empleo en el país, porque la materia prima empleada proviene de España, no se importa del exterior como sí ocurre con el gas», reivindica González.
Más electrificación. España debe, asimismo, electrificar con urgencia sectores como el transporte y la edificación para cumplir con las exigencias europeas. En 2020, el 20% del consumo total de energía debe ser renovable. Según datos de Eurostat, la cifra ya alcanzaba el 17,5% en 2017, pero sectores como el del transporte se encuentran muy por debajo de esa cifra (6%). La solución pasa por potenciar el coche eléctrico en el caso de la movilidad y por renovar los sistemas de calefacción de los edificios con bombas de calor.
Para favorecer la electrificación de la economía y el consumo de energías renovables, el presidente de la Comisión de Expertos en Transición Ecológica hace hincapié en la importancia de renovar la fiscalidad medioambiental y basarla en el principio de que quien contamina, paga: «La mitad de la factura eléctrica son impuestos y costes ajenos al suministro. Los consumidores no van a abandonar los combustibles fósiles en favor de la electricidad mientras su consumo siga estando penalizado de ese modo».
FUENTE: El Mundo